Hay palabras que salen naturalmente, otras que cuesta decirlas y nunca faltan las que se escapan a borbotones en los momentos menos indicados. Igual las prefiero antes que los silencios incómodos que se dan cuando no tenés qué decir o cuando la experiencia de haberte equivocado tantas veces al decirlas te indica que las guardes. Vos y yo perdimos eso, las palabras, el diálogo, el tema de charla que abarque un aspecto un poco más amplio que el obvio y casi protocolar "¿Cómo andan tus cosas?" seguido por una enumeración de logros, fracasos y aspiraciones profesionales. Me gustaban más las discusiones existenciales, la teorización del inteorizable amor, los divagues, las conclusiones sobre ningún tema, las charlas de café que te llevan desde el clima hasta la Teoría de la Relatividad. Hoy no quiero saber dónde trabajás mañana ni cuan largo es tu currículum, prefiero que tararees las canciones que te acordás de Cebollitas o que saques conclusiones sobre la gente que camina sin pisar las rayas de la vereda. Hablemos de la tormenta de Santa Rosa o de los efectos del jet lag. Me gustaría saber qué pensás sobre el nene de once años que entrevistó a Obama y si te gustó la última película de Woody Allen. Parece tonto, pero hoy me levanté con ganas de un poco de todo esto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¡Qué lastima! Me hubieras llamado y hubiéramos hablado de todo eso.
ResponderEliminar