6,23. El teléfono. Faltan 22 minutos para que suene el despertador pero me levanto. Presiento la mala noticia. No la quiero escuchar. Entro a la habitación de mamá. Está llorando. Definitivamente no la quiero escuchar. Lloro, grito, abrazo, golpeo, me cambio, me quiero ir, me quiero quedar. Ataque de nervios.
Velorio. No quiero ir, voy, me quiero quedar. No sos vos, me están mintiendo. Sos tan chiquita. No puede ser. Hay tanta gente. La maestra de segundo, la de tercero, la de cuarto, la familia, los amigos de siempre, los que no ves hace años. A este señor no lo conozco y sé que no te conoce. ¿Tu papá?. Se hubiera acordado antes. Me agarran antes que le parta una botella en la cabeza. Me tendrían que haber dejado. Me sacan en alzas. Ataque de nervios.
Mac Donalds con amigos. “Tienen que comer”. No queremos. Vamos. Anécdotas. Nos reímos, lloramos, y nos reímos llorando. Volvemos. Te escribimos una carta. ¿Para qué? No se. Entramos. Seguís ahí. Tu mamá se fija si tenés las medias nuevas. La imagen más triste que vi en mi vida.
Cementerio. Llantos, gritos, tierra, flores, cruces. Todo gira, mi cabeza no me deja pensar y me hace pensar tantas cosas al mismo tiempo. Charlamos hace dos días, ayer te llamé para avisarte que había un especial de Britney Spears en la tele. De verdad no entiendo qué pasó. Y cinco años después, sigo sin entenderlo.
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